«El exorcismo es probablemente el prototipo primitivo de la psicoterapia moderna. La antigua práctica del exorcismo estaba, y sigue estando, anclada en la idea igualmente antigua de la demonología: el problema de la víctima se debe a los espíritus malignos invasores que han penetrado y poseído su cuerpo».
Stephen A. Diamond.
Ayer conversaba con una amiga acerca del miedo y ella me dijo algo muy lógico: el miedo surge en nuestra propia mente y puede ser tan poderoso que te produce paranoia. Cualquier cosa es capaz de producir sugestión, desde una película hasta un libro, y cambiar el comportamiento y hasta la manera de pensar. La mente es capaz de crear sus propias personificaciones del mal y del miedo.
Según Rollo May —psicólogo, padre de la psicoterapia existencialista en Estados Unidos—, no estamos preparados para enfrentar al mal porque no comprendemos en realidad su verdadera naturaleza. El individuo tiene un papel primordial en el desempeño del mal.
Ahora bien, es importante que tomes en cuenta lo siguiente: desde épocas remotas el ser humano ha personificado al mal en la figura de demonios o espíritus. Las supersticiones forman parte de la creencia en las criaturas sobrenaturales y representan el temor al mal inminente.

El Diablo siempre es el mejor aliado para las supersticiones. Y si ya no crees en él, no te preocupes porque él si cree en ti. Imagen de la página web elcilantroo.tumblr.com
Para comprender esto, voy a profundizar en lo que es lo demoníaco, el daimón y lo daimónico. Te sugiero que te abroches el cinturón, porque El Tren de lo Paranormal comienza un viaje muy peligroso por la oscuridad.
Nuestros demonios
Los demonios —pobres incomprendidos— son los chivos expiatorios de los impulsos humanos más perversos como la ira, la violencia sin sentido, la culpa y la sexualidad reprimida. Antes podías achacar al demonio todos tus miedos irracionales o tus locuras frenéticas. Por eso el comportamiento del demonio era ambiguo, pero aterrador.
Para Stephen A. Diamond la demonología es lo más cercano a la psicopatología. Ambos tratan de encontrar respuestas a las enfermedades mentales y a los comportamientos humanos aberrantes.
Wendy Doniger O’Fraherty —estadounidense, experta en mitología hindú— explica que la visión de los demonios como responsables del origen del mal la encuentras en el maniqueísmo, una religión originada en Persia en el siglo III d.C., fundada por Mani, y que es una síntesis de otras tradiciones religiosas: gnosticismo cristiano, dualismo mazdeo y otras corrientes paganas, pertenecientes a Jesús, Zaratustra y Buda.

Después de cargarse las religiones paganas de múltiples dioses grandes y dioses menores, nos dejaron con la visión de un único Dios en contraposición con el Diablo.
Según José F. Durán Velasco el dualismo maniqueo está claramente influido por el dualismo mazdeo, y lo está aún más por el dualismo gnóstico cristiano «del que tomó la idea de la contraposición absoluta del bien (el espíritu) y el mal, identificado con la materia». Así pues, el origen del mal está representado por el Príncipe de las Tinieblas —Diablo o Satanás—, que coexiste con Dios, Padre de la Luz y de la Belleza.
Aunque no lo creas, la influencia de la demonología la puedes encontrar en las culturas antiguas de los hebreos, los chinos, los egipcios y los griegos, así como también en la Europa medieval y la América colonial.
El psiquiatra y filósofo alemán Karl Jaspers definió así a la demonología: «Llamamos a la demonología una concepción que hace que el ser resida en poderes, en efectivas fuerzas constitutivas de formas constructivas y destructivas, es decir, en demonios, benevolentes y malignos, en muchos dioses; estos poderes se perciben como directamente evidentes, y las percepciones se traducen como una doctrina».
En la Edad Media los trastornos neuróticos agudos eran concebidos como una posesión demoníaca. En este sentido, Jung describió a los demonios como intrusos del inconsciente: son los complejos del inconsciente que interrumpen el estado de conciencia de manera continuada. Los complejos —referidos en psicología al conjunto de sentimientos inconscientes que adquieres en tus experiencias vividas durante la infancia y que influyen sobre tu personalidad— podrían compararse a los demonios que acosan nuestros pensamientos y nuestras acciones.
Antes del objetivismo científico de René Descartes, era muy común creer que el desorden emocional o la locura en determinadas personas eran obra de demonios, que en sus viajes —convertidos en criaturas aladas— poseían el cuerpo o el cerebro del paciente que ya no tenía voluntad sobre sus actos ni sus pensamientos.

Para algunos eruditos los dioses encarnaban los talentos innatos, las tendencias positivas y negativas y las habilidades naturales. Imagen de la página web pequeocio.com
Como dato curioso, para Hipócrates, padre de la medicina moderna, era preferible afrontar la ignorancia que caer en el escape de la superstición. Se negaba a aceptar la idea de que las enfermedades eran causadas por dioses o demonios. Y atacaba a todo aquel que usara exorcismos, rituales y amuletos como terapias para curar enfermedades. Creía que las enfermedades no eran fenómenos inexplicables o extraños que actuaban de forma desordenada, sino que eran una serie de eventos concatenados regidos por leyes que el ser humano podía conocer, donde cada efecto tiene una causa que se rige por leyes universales, comprensibles por la razón.
Lo cierto del caso es que en la antigua Grecia «el período de los dioses personales estaba precedido por el de una creencia en el demonio o animismo: cada aparición y experiencia en la vida humana se atribuía a la agencia de un demonio. Pero estos demonios, al principio, no se imaginaban como seres personales, sino como fuerzas abstractas en el género neutro» (Death, Fate and the Gods de Bernard Dietrich).Estos seres extraordinarios y maravillosos tienen un nombre específico en la antigua Grecia, un nombre arcaico, con el que Hesíodo, Homero, Empédocles o Platón los llamaban: daimon.

«Dáimôn fue la idea griega de «poder», que fue desplazada por el antropomorfismo, vigorosamente desarrollado, que también transformó “los poderes”. Los griegos llamaron dáimones a los últimos, pero, en gran parte, los dáimones resultaron personales, antropomórficos; además, la palabra dáimôn puede indicar a algunos de los grandes dioses griegos» Jorge Lynch. Imagen de la página web pequeocio.com
Lo daimónico: dos caras de una misma moneda
La primera vez que escuché la raíz de esta palabra fue en la novela La brújula dorada de la trilogía La materia oscura, de Philip Pullman: daimonion. «La palabra usada en la versión inglesa de los libros es dæmon, que es una referencia directa de la mitología griega, donde el dæmon (Δαίμων) es un término utilizado para referirse a diferentes realidades que comparten los rasgos fundamentales de lo que en otras tradiciones se denominan ángeles y demonios» (Wikipedia, La enciclopedia libre).

La brújula dorada es una novela de fantasía que debes leer. Imagen de Java Wombat Wen, tomada de la página web deviantart
Me impresionó cómo las almas de los seres humanos habitaban fuera de sus cuerpos bajo la forma de un daimonion o animal que acompañaba a su dueño hasta la muerte. El daimonion en un niño podía cambiar de forma, mientras que en el adulto, se quedaba con la forma del animal con el que más se identificaba. Yo los percibí como espíritus familiares que protegían a sus dueños. Te recomiendo que leas la trilogía y pases por alto la versión cinematográfica del primer libro —es realmente mala, tanto que no hicieron la continuación.
Los dáimones eran los agentes mediadores entre los hombres y los dioses, buenos y malos. Es decir, que establecían una conexión entre ellos. Más tarde el Cristianismo trataría injustamente a los dáimones demonios. Como explica Patrick Harpur en Realidad Daimónica, el mito y el folclore están plagados de esto seres. «Los dáimones eran esenciales para la tradición de la filosofía gnóstico-hermético-neoplatonica, que era más como una psicología (en el sentido junguiano) o una disciplina mística que como los ejercicios de lógica en que se convirtió la filosofía».

Los daimonion minoicos y miscénicos fueron vistos como sirvientes de las deidades y fueron representados mitad hombres y mitad animales como el Minotauro. Imagen de la página web unmitocorto.com
No son del todo divinos ni del todo humanos, tampoco espirituales ni físicos sino ambas cosas; ni externos ni internos, sino ambos. Son seres paradójicos: buenos y malos, benéficos y temibles, guías y censores, protectores y exasperantes. Los griegos comprendieron que los dáimones podían ser psicológicos y les atribuían «esos impulsos irracionales que se alzan en un hombre contra su voluntad para tentarlo, como la esperanza o el miedo». La actividad daimónica es más fácil de percibir en los comportamientos violentos, irracionales y obsesivos.
Lo que ocurre es que no todos los dáimones son amables o protectores. Hay algunos que pueden ser brutales e infrahumanos, poco comunicativos e impersonales. Tal vez aparezcan de una manera muy aterradora porque no puedes establecer ninguna relación personal con ellos. Las religiones politeístas tienen muchísimos dáimones que son mediadores entre los dioses y los hombres. En cambio, las religiones monoteístas no toleran a los dáimones. En el caso del Cristianismo, deben ser eliminados ya que solo puede haber un único mediador entre Dios Único y la Humanidad: Jesucristo.

Los ángeles de la guarda también eran considerados dáimones propios o custodios. Imagen de la página web 1bp.blogspot.com
Stephen A. Diamond recoge en su libro el concepto de daimón que usa Rollo May, para quien lo daimónico «es cualquier función natural que tiene el poder de dominar a toda la persona. El sexo y el erotismo, el enojo y la ira, y el hambre de poder son algunos ejemplos. Lo daimónico puede ser tanto creativo como destructivo, y normalmente es ambos. Cuando el poder se desequilibra, y uno de los elementos toma control sobre la totalidad de la personalidad, tenemos una “posesión daimónica”, el nombre tradicional que a lo largo de la historia se le ha dado a la psicosis. Obviamente, lo daimónico no es un ente, sino que se refiere a una función fundamental y arquetípica de la experiencia humana —una realidad existencial».
May le da un giro de tuerca a la idea griega y crea su propio modelo de lo daimónico, donde añade que la violencia no es otra cosa que lo daimónico que ha salido mal o que está fuera de control. Y aquí es donde entra la «posesión demoníaca» en su forma más notoria e indiscutible. ¿Recuerdas el post donde te explicaba la psicología del mal y la violencia sin sentido? Pues aquí lo daimónico fuera de control sería la violencia sin sentido.

El pícaro Puck de «Sueño de una noche de verano» de Shakespeare representa a un daimón del tipo feérico. Imagen de Matt Mulvey de la página web advancedphotos.co.uk
Todas estas criaturas intermedias entre los hombres y los dioses —pertenecientes a culturas paganas— quedaron relegadas a un segundo plano y fueron estigmatizadas por las religiones monoteístas, demonizadas al servicio de Satán o Diábolos. El complejo reino daimónico —de seres mitológicos que habitaban en el aire y en la tierra— quedó eclipsado y subyugado por el reino de los ángeles cristianos, en el caso del Cristianismo; fueron considerados ángeles caídos o demoníacos, expulsados del cielo junto con Satanás. Pactrick Harpur hace un profundo estudio acerca de los daimónico en su magnífico libro Realidad Daimónica que te animo a leer.
Como te habrás dado cuenta, lo daimónico representa a las fuerzas naturales, impersonales y primordiales, entre lo mortal e inmortal. El testimonio del historiador inglés Reginald Barrow en el libro Anger, Madness and the Daimonic, de Diamond, resulta bastante esclarecedor:
«los dáimones han dejado pocas muestras de sí mismos en la arquitectura y en la literatura, su importancia tiende a ser pasada por alto… Ellos son onmipresentes y todo poderosos, están unidos fuertemente en la memoria religiosa de los pueblos, pues datan de tiempos muy anteriores a los días de la religión y filosofía griegas. Los cultos de los estados griegos, reconocidos y sancionados oficialmente, eran solamente una décima parte del iceberg; las nueve partes restantes sumergidas, eran los dáimones. Ellos habitan detrás de las escrituras hebreas, a pesar de las cuidadosas revisiones interesadas en el monoteísmo, y en literatura posterior al exilio pueden encontrarse también seres sobrenaturales. El Nuevo Testamento está plagado de ello… Son los escritores cristianos, a partir de Justino, quienes lanzan a los dáimones hacia el exterior y hacen batalla con ellos; ellos no dejan duda acerca de las dimensiones del mal que combatían; y no luchaban contra sombras».

Por supuesto que hay dáimones terribles que más bien parecen verdaderos demonios, incontrolables y maléficos. Imagen de Yury S. de la página web postimg.cc
Origen y significado de la palabra daimon
«La idea de lo daimónico, aunque a veces se compara con lo diabólico y «demoníaco», se usa más a menudo para indicar inspiración y motivación por una fuerza espiritual o genio. También puede significar (como un término literario) la inquietud que existe en todos nosotros que nos obliga a lo desconocido, lo que lleva a la autodestrucción y / o autodescubrimiento, o también puede significar el viaje y la transición de la inocencia a la experiencia misma» (Wikiquote).
Para la psicóloga y académica suiza junguiana Marie-Louise von Franz, la palabra daimón proviene de daiomai, que quiere decir dividir, distribuir, asignar. También se refería a una actividad divina que se podía percibir momentáneamente como la enfermedad, la locura o el terror a un lugar determinado.
Jorge Lynch, en su trabajo «Daimón, significado y concepciones», resume que la palabra proviene de: poder, lo divino, lo deforme, el que reparte, un dios, genio, espíritu, logoi spermatikoi. Y para Jung, expresa «poder determinante que viene al hombre desde el exterior, como la providencia, o el destino, aunque la decisión ética depende del hombre».

En la Antigüedad se creía en espíritus que vivían en la naturaleza, en el aire y en la tierra, que tenían raíces profundas en la fantasía popular de muchas culturas y sus mitologías. Imagen de Desires Design de la página deviantart.
Lynch realiza un excelente resumen —que copio a continuación— del significado de la palabra daimón en la religión y en la mitología griega:
1. Dáimones se refiere en una primera acepción a las divinidades primitivas, representadas como mitad bestias y mitad humanas, devoradores de los muertos.
2. El término se designa en segunda acepción a las almas «divinizadas» de antepasados humanos que desde su situación de perfección y bienaventuranza ejercen sobre el mundo de los hombres una función de protección.
3. El término designa en tercer lugar a seres divinos y semidivinos, intercesores entre los dioses superiores, los hombres y mensajeros de los primeros. El Eros descrito en El Banquete de Platón seria uno de esos seres mediadores.
4. Aparece, en pocas ocasiones, como un término análogo al teísmo con que se designa a los dioses.
5. La idea de dáimôn recibe un concepto generalizador que la acerca a la idea de Destino, teniendo al comienzo como significado «el que reparte».
6. Los dáimones fueron espíritus de la condición humana: las personificaciones de estados diversos de existencia, emociones, acciones y la moralidad. Los dáimones de moralidad estaban divididos en Agathos (el Bien, las Virtudes) y Caco (el Mal, los Vicios). Dáimones de acción humana y condición fuera de modo semejante clasificado como Agathos (lo favorable, lo Bueno) o Cacos (lo perjudicial, lo Malo).
7. Con la palabra dáimôn se designan a veces energías interiores que actúan en el hombre como lo hace el dáimôn según Sócrates, ya se le entienda como una especie de voz de la conciencia o como la sumisión a la voluntad del dios que actúa en la vida del filósofo como contrapeso de otras inclinaciones o tendencias.
8. El dáimôn puede ser, en ocasiones, la personificación de una fuerza etónica de carácter benévolo.
9. Los dáimones designan a veces unas fuerzas que rigen los elementos naturales y hacen que el mundo humano sea un mundo «habitado» por lo sobrenatural. En este sentido dirá Heráclito que todo está lleno de ánimas y daimones y los pitagóricos que el aire está lleno de ánimas, eso que llamamos daimones, héroes, etc.

Los viejos dáimones comenzaron a desaparecer gracias al Cristianismo y fueron separados. El mal y el bien estaban divididos del todo. Los dáimones, ahora sin su polo positivo adquirieron cualidades negativas y la identidad de demonios. Imagen de Eotet de la página web deviantart.
La degradación del daimón empezó con el significado negativo establecido en el siglo II a.C. por la traducción de la Septuaginta de la Biblia hebrea para los judíos que hablaban griego, ya que usaba el término daimonion para referirse a los espíritus malignos.
Más tarde, se dividieron en dos bandos, el bueno y el malo, gracias a la visión judeo-cristiana: los ángeles en el lado de la luz, con Dios como líder, y los demonios del lado de las tinieblas con Satanás o el Diablo como su jefe. De esta manera, el hombre podía enfrentarse al mal y, a lo mejor, conquistar al Diablo y hacerle caer, mediante sus creencias cristiana y los rituales de exorcismo.
En el próximo viaje se te van a erizar todos los pelos del cuerpo porque vamos a entrar en materia oscura: lo daimónico versus los demoníaco y la fina frontera entre la obsesión y la posesión, para encaminarnos finalmente hacia los rituales de exorcismos como una medida terapéutica de la psique y del alma. ¡Te espero!